La mirada de Volvo sobre los beneficios y las tareas pendientes de la electromovilidad
La compañía ha incursionado en el desarrollo de diversos modelos de vehículos eléctricos, desde buses hasta maquinaria para el sector de la construcción.
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Cuando Volvo incursionó en la movilidad eléctrica en 2005, el principal impulsor era la necesidad de reducir las emisiones de escape y el consumo de combustible en las ciudades, un anhelo cuyos alcances se han ido ampliando con el paso de los años, debido a la importancia que ha ido adquiriendo la electromovilidad como una herramienta clave para enfrentar el cambio climático.
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Es así como los camiones eléctricos son cruciales si se desea cumplir la legislación de la Unión Europea, que exige una reducción del 15% en las emisiones de CO2 para los camiones pesados hasta 2025, un reto que exige la transformación de los vehículos que se utilizan para labores como transportar a las personas, recolectar basura, distribuir productos, y apoyar las labores de construcción urbanas, entre otras.
Anna Thordén, gerenta de productos de electromovilidad de Volvo Trucks, destaca que “es evidente que se necesitan camiones y máquinas eléctricos para enfrentar el congestionamiento, reducir las emisiones dañinas de carbono, disminuir la contaminación acústica y mejorar la calidad de vida”.
Avances y desafíos
Los beneficios que poseen los vehículos eléctricos en materia operacional y ambiental han sido uno de los primeros incentivos al constante desarrollo de nuevos modelos que respondan a los requerimientos de los usuarios.
Es así como Anna Thordén comenta que “en la experiencia del Grupo Volvo nos beneficiamos de una plataforma tecnológica compartida, que nos ha permitido pasar de nuestro primer autobús eléctrico híbrido y del camión Volvo FE Híbrido de 26 toneladas en 2010, al primer autobús completamente eléctrico en 2015 y, hoy por hoy, a las primeras máquinas eléctricas compactas de Volvo Construction Equipment”.
En esa línea, destaca el hecho que Noruega ha sido uno de los primeros en adoptar el transporte eléctrico, “una tendencia que se refleja en todo el norte de Europa, estimulada por el hecho de que estos países se benefician de fuertes subsidios, además de tener electricidad y energía hidroeléctrica a bajo costo y extremadamente verde. Este es el objetivo final de la electromovilidad. Porque cuando un camión eléctrico funciona con fuentes de energía renovable, se puede esperar una reducción del 85% en las emisiones de CO2, lo que es comparable a una reducción del 20% lograda a través de una combinación de electricidad más convencional”.
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Pero más allá de los efectos positivos de las nuevas tecnologías, todavía queda camino por recorrer para resolver ciertos desafíos que posee la electromovilidad, menciona la ejecutiva:
Mayor autonomía en largas distancias. Por el momento, la tecnología de las baterías aún no está lo suficientemente madura como para enfrentar largas distancias.
Costo del producto. La mayoría de los componentes no son baratos, pero las baterías están entre los más caros, por lo que el costo del producto sigue siendo alto en volúmenes relativamente bajos. Se estima que dentro de los próximos 3-4 años, el mismo tamaño de batería reciba el doble de la energía que recibe hoy, lo que conllevará un menor costo por kilovatio de energía.
Carga eléctrica. Si se quiere pasar de las aplicaciones urbanas a una mayor autonomía en las largas distancias, la sociedad y las empresas deben invertir en la infraestructura de carga. Se proyecta que en los próximos 10 años, los camiones finalmente serán capaces de completar un día de viaje con solamente una carga eléctrica, lo que implicará un gran avance en la autonomía, la carga útil y el costo.