Movilidad Eléctrica: lo que debería venir este 2020

Alberto Escobar

Gerente de Movilidad y Políticas Pública de Automóvil Club de Chile.

Presidente de la Agrupación de Movilidad Eléctrica de Chile, AMECH.

 

El estallido social ha dejado en evidencia, entre otras cosas, la urgencia de revisar las prioridades en el sector del transporte y en este escenario, este 2020 puede ser un muy buen año para que los diferentes actores que están ligados a la promoción de la electromovilidad se planteen retos concretos y de corto plazo que permitan consolidar los avances logrados en los últimos años en esta materia.

El transporte público capitalino se ha visto notablemente beneficiado con esta revolución tecnológica y no es menor, que al cierre de 2019, estén circulando por la ciudad más de 400 máquinas con motorización eléctrica.  El crecimiento sostenido que ha tenido estos tipos de buses  en Santiago plantea un desafío adicional: replicar este fenómeno  en regiones para que realmente la movilidad eléctrica se democratice y sea accesible para todos los habitantes.

Durante este año, también esperamos que se masifiquen los puntos de carga a lo largo de todo el país para que la ciudadanía y las propias empresas tengan mayores facilidades para migrar hacia la tecnología eléctrica. De hecho, el futuro de las electrolineras es bastante auspicioso, más aún si se considera que a principios de años se lanzó la primera ruta eléctrica nacional que se extenderá de Arica a Punta Arenas y considerará la instalación de 1.200 cargadores públicos con más de 1.800 conexiones para vehículos eléctricos. 

Las ciudades del futuro están en la búsqueda “descarbonizar” el parque automotor y para ello, se debe estudiar la forma en cómo se pueden generar incentivos para que las personas emigren desde los automóviles de combustión a los eléctricos. Cuando se habla de generar estímulos, no solo significa bajar las barreras de introducción de vehículos cero emisiones, sino que se debe tener una visión más amplia y crear estímulos proporcionales a los niveles de emisión.  Por lo tanto, se hace indispensable ir adoptando beneficios públicos y privados que permitan atraer a los usuarios.

En un año de grandes decisiones para el país, este 2020 se podría avanzar en la formación de técnicos e ingenieros mecánicos que estén preparados para esta nueva tecnología y comenzar a estimular la investigación y desarrollo de componentes asociados a la electromovilidad.

Adicionalmente, tras el aumento del comercio electrónico, de los servicios de delivery y productos a domicilio, se hace indispensable formalizar y potenciar  aquellos modos de transportes eléctricos destinados a los viajes de última milla.

Debemos comenzar a crear conocimiento, tecnología e innovación de primer nivel que nos permita catapultarnos como uno de los principales actores de la movilidad eléctrica mundial, cuya  tarea debe ser promovida tanto por  el sector público como privado para llegar así al 2035 con el 40% del parque vehicular eléctrico o al 2040 con el 100% del transporte público con esta tecnología.

Nuestro país perfectamente podría tener una economía de escala que permita, en una primera instancia, fabricar materia prima para las baterías que requieren los vehículos eléctricos y luego, generar otro tipo de negocios que le otorguen valor agregado a la promoción de esta tecnología. Es hora que Chile se suba definitivamente a esta revolución tecnológica y que defina pronto las oportunidades y desafíos reales que nos pueda entregar este fenómeno mundial.