En los últimos días, el Gobierno de Chile lanzó la nueva Estrategia Nacional de Electromovilidad, que confirma (por si quedara alguna duda) que la transición de vehículos fósiles a eléctricos es algo que no tiene vuelta atrás y que nuestro país quiere y está en una posición de ventaja para liderar este cambio en el mundo.

En este sentido, es importante entender la electromovilidad como parte de un conjunto de elementos que hacen que el sistema completo pueda ser más sustentable y de menor impacto al medio ambiente. Es por esto que los vehículos eléctricos que usamos actualmente y los muchos más que usaremos en el futuro deben ser abastecidos por redes eléctricas limpias, cuyo origen sea generación renovable y cero emisiones. Sólo así se logra el círculo completo.

Creemos que la Nueva Estrategia de Electromovilidad está bien enfocada y nos alegra ver que, como lo ha sido en los 3 años de vida de la Asociación de Vehículos Eléctricos de Chile, AVEC, estamos alineados con los 4 ejes que componen la nueva estrategia y, en especial, lo relacionado con la difusión, información y articulación de esta tecnología y sus usos.

Por último, en la materialización de esta estrategia será clave el rol de la autoridad como articulador de los intereses sociales, es decir, que encontremos como fomentar lo que nos ayuda a vivir mejor, en desmedro de lo que genera contaminación y peor calidad de vida. Estos programas de fomento debieran procurar ser neutros en cuanto al impacto fiscal, pero que beneficien el uso y adquisición de vehículos eléctricos, como, por ejemplo, la disminución en el valor del permiso de circulación. Además, se podría pensar en otros caminos similares, como que una tasa ambiental anual que grave los vehículos de acuerdo a los gramos de CO2/km que emiten y que estos fondos lleguen a empujar medidas que promuevan el transporte cero emisiones. En resumen, mentalizarse en que lo que nos hace mal financie el costo social y ambiental que produce.