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¿Pan para mañana?

Mar 28, 2013

Por Susana Jiménez, economista senior de Libertad y Desarrollo.

Son múltiples las decisiones que se postergan porque no reditúan a quienes deben tomarlas, lo que deviene en un perjuicio para el desarrollo del país.

El sector eléctrico es un buen ejemplo. Episodios como Barrancones pueden haber sido aplaudidos por una parte de la ciudadanía, pero terminaron generando un ambiente de creciente oposición a todo tipo de proyectos energéticos. Hoy lamentamos la escasez de iniciativas nuevas y las dificultades que enfrentan los proyectos en carpeta, lo que amenaza con provocar una estrechez energética en los próximos años.

El desafío para este último año de gobierno no solo se limita, por tanto, a sacar adelante las medidas pendientes, que por cierto son muy relevantes –como la ley de concesiones y carretera eléctrica y la agenda pro inversión–, sino que debiera también adelantar definiciones que trasciendan a la actual administración.

Uno de los temas impostergables es el desarrollo que tendrán las energías renovables. Mucho se habla del gran potencial que tienen las ERNC y de la cantidad de proyectos que ya cuentan con aprobación ambiental. Sin embargo, no todos serán posibles de desarrollar pues no siempre son competitivos o porque su estacionalidad e intermitencia limita su incorporación a la matriz. La autoridad conoce estas restricciones, pero aun así insiste en promover su ingreso forzado al sistema con los consecuentes costos que traerá a los usuarios y al país.

Otro tanto sucede con la explotación de los recursos hídricos. Si bien la Estrategia Nacional de Energía señala que se dará una mayor preponderancia a estos para la generación eléctrica, es poco lo que se ha avanzado en esta materia. Basta constatar la demora que ha tenido el Comité de Ministros en la decisión sobre HidroAysén, proyecto que cuenta hace más de un año y medio con su Resolución de Calificación Ambiental.

Igualmente importante es sincerar el discurso respecto de la termoelectricidad. Nada más desafortunado que recriminar a los gobiernos anteriores por la mayor aprobación de este tipo de centrales, como si ello fuera sinónimo de desinterés por los temas medioambientales. Más honesto sería reconocer que las centrales convencionales seguirán siendo necesarias para abastecer la demanda energética de manera segura y competitiva, e incluso para permitir una mayor expansión de las ERNC.

Los años dirán si hemos de agradecer o lamentar las definiciones que se deben tomar hoy. Ya no estará en juego la adhesión política, pero sí el bienestar de la población.

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