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(Argentina) Una curva peligrosa: se achica fuerte el superávit comercial de energía

Sep 11, 2007

Puede haber sido un rasgo de sinceridad del INDEC o, simplemente, que los controladores de Guillermo Moreno no dan abasto con todo. Lo cierto es que en el informe sobre comercio exterior de julio, el organismo habla de la «crisis energética», un par de palabras que, pese a las evidencias más evidentes, están prohibidas en […]

Puede haber sido un rasgo de sinceridad del INDEC o, simplemente, que los controladores de Guillermo Moreno no dan abasto con todo. Lo cierto es que en el informe sobre comercio exterior de julio, el organismo habla de la «crisis energética», un par de palabras que, pese a las evidencias más evidentes, están prohibidas en el lenguaje oficial.

Afirma que ese mes las importaciones de combustibles y lubricantes crecieron 159 % «por las compras de gasoil, fuel oil, energía eléctrica (…) y gas natural para contrarrestar la crisis energética». Julio fue el pico de la emergencia, pero no una excepcionalidad: en los primeros siete meses del año las compras externas superaron en 44 % a las registradas en el mismo período de 2006.

Julio fue, también, la primera vez en 17 años en que el balance comercial energético del país -exportaciones versus importaciones- resultó negativo. Nada alarmante: sólo 23 millones de dólares.

Claro que, como en tantas otras cosas de la economía, lo que cuenta es la tendencia. Y la tendencia ya muestra una curva peligrosa. Entre enero y julio del año pasado, la Argentina había obtenido un superávit energético de 3.500 millones de dólares. En el mismo lapso de 2007, bajó a 2.300 millones de dólares. Así, el saldo se contrajo en US$ 1.200 millones, 34,3 %. El riesgo es que, a este paso, se pueda ingresar en zona de déficit.

No es un dato menor. En la magnitud que sea, el sesgo que ha tomado la cuenta alguna mella le provocará al superávit comercial total, uno de los pilares del actual modelo económico. Con un resultado favorable de US$ 5.800 millones, la factura energética representó nada menos que 47 % del superávit global en 2006.

A caballo de una crisis que nunca será admitida bajo ese nombre, las importaciones de fuel, gasoil, gas y electricidad marchan a todo vapor: algunas son necesarias para abastecer las usinas térmicas; todas, imprescindibles para sostener el fuerte crecimiento del consumo. Así van, a pesar de los cortes a las industrias. Y habría que incorporar otras compras, asociadas al mismo problema: entre ellas, agroquímicos, plásticos y generadores.

Todo contorneado por la imprevisión oficial, frente a contingencias hace tiempo anticipadas por especialistas ajenos y cercanos al Gobierno. Por las evidentes demoras en el programa de inversiones 2004-2008, que fuerzan planes de emergencia también alimentados a fuel oil y gasoil. Y la ausencia, finalmente, de un sistema que promueva el uso racional de los escasos recursos disponibles: de paso, ¿será cierto que antes de que llegue el temido verano habrá un instructivo para alentar el ahorro de luz en la población? Eso sí, implicaría admitir las dificultades.

La otra curva peligrosa del balance comercial energético es el progresivo repliegue de las exportaciones de petróleo, naftas y gas.

En un trabajo reproducido por la consultora Econométrica, el ex secretario de Energía, Alieto Guadagni, cita una caída del 30 % en la producción petrolera respecto de 1998. Dice que los pozos rinden hoy 60 % menos que entonces y que las reservas se achicaron 20 %. Afirma, también, que la producción de gas ha comenzado a declinar desde 2004, aunque todavía tenuemente.

Guadagni le encuentra una explicación conocida a todo esto: que se ha reducido la exploración, o sea, la fuente que garantiza el abastecimiento. Se podría decir, directamente, que si hay alguna es escasa, que la inversión es limitadísima y que las compañías prefieren exprimir los pozos existentes antes que arriesgar plata.

En el mismo cuadro entra la notable suba de la demanda. Según un estudio privado, por la escasez y la necesidad de abastecer las usinas eléctricas, este año el consumo de gasoil crecerá un 17 %: una parte será cubierta por las refinerías locales y mucha, por la importación.

Otro dato, también proveniente de esa consultora, expresa el magro resultado que, al menos en ciertos sectores, arroja el plan oficial que castiga el consumo de electricidad excesivo. En julio, la facturación de Edenor subió 21,6 % respecto del mismo mes del año pasado. Dada la zona que cubre la compañía, la conclusión es que el consumo aumenta entre quienes más consumen. O, si se prefiere, que en vez de ahorrar se derrocha.

Se podría continuar así de seguido, con todo puesto en el mismo sitio. El cuello de botella energético es tan innegable como innegable es, también, que salpicará al próximo gobierno. Así sea por el sesgo que ha tomado el balance comercial sectorial o por la cantidad de plata que le cuesta al Estado sostener el sistema, incluída, desde ya, la que se gasta en importaciones cada vez más fuertes.
Fuente: Clarín, Argentina.

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