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(Bolivia) El gas sigue en la mira del capitalismo chileno

Mar 26, 2007

* En el proyecto de Sempra y Pacific LNG, que estuvo a punto de consumarse durante los regímenes de Tuto Quiroga y Sánchez de Lozada, la construcción del gasoducto entre Bolivia y Chile era y es de estratégica importancia, como lo fue a mediados de los noventa el gasoducto turkmeno de Unocal entre Afganistán y Pakistán.

Las razones, a parte de económicas por las bajas inversiones que implicaría ese proyecto respecto a la alternativa de un extenso gasoducto al Perú, son fundamentalmente de naturaleza geoestratégica.
A Estados Unidos le es inconveniente una alianza energética entre dos países andinos como Perú y Bolivia, donde prevalece una población mayoritariamente indígena, quechuas y aymaras, ligados además al cultivo de la hoja de coca contra la cual Estados Unidos ha establecido desde hace décadas una guerra mal llamada “contra las drogas”.

Controlando el gas natural y manteniendo el cultivo de coca, las poblaciones indígenas de Bolivia y Perú se alinearían irremediablemente al “Eje del Mal” que tanto obsesiona a los norteamericanos. Sólo Chile, con su sólida economía de libre mercado, su dinámico comercio, sus modernizadas instituciones, su poderoso ejército y su voraz hambre de energía gasífera, puede actuar como un dique de contención ante el ascenso indígena de los Andes perú-bolivianos. Por ello, el gasoducto boliviano debe necesariamente desembocar en un puerto chileno para fortalecer a la propia economía de ese país que atraviesa una desesperante crisis energética como efecto de su acelerado crecimiento industrial.

Este es un razonamiento inamovible entre las empresas norteamericanas, convertido en razón de Estado y en cuestión jurídica. Y es aquí donde la corporación “Kissinger McLarty” comienza a jugar un rol decisivo.

Thomas McLarty, el socio de Henry Kissinger en este malévolo lobby, fue el encargado de llevar adelante la operación LNG de Bolivia a Chile, jugando sus propias cartas.

McLarty es un empresario automotriz, dueño de la compañía “Asbury Automotive Group” de Arkansas que pretende liderizar la sustitución de gasolina contaminante con combustibles limpios como el gas natural; y por ello mismo ha desarrollado fuertes inversiones en el sector energético como accionista principal de “Arkla Gas Inc”.

Siguiendo el ejemplo de Kissinger, su mentor y socio, McLarty también incursionó exitosamente en la política internacional como consejero de asuntos hemisféricos en los gobiernos demócratas de Jimmy Carter y Bill Clinton, así como en el republicano del actual presidente George Bush.

En 1998, como enviado de Clinton, McLarty fue quien organizó la Cumbre de Las Américas celebrada en abril de ese año en Santiago de Chile, donde se definieron las primeras pautas del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA).

McLarty tiene intereses creados dentro la economía chilena, como socio del potentado chileno Andrónico Luksic con inversiones mineras y energéticas como es el caso de la mina La Escondida y el gasoducto TransAndino que lleva el gas de Argentina a Chile.

McLarty lideriza un grupo de presión conformado por empresarios ultraderechistas, “Florida Free Trade Area of Américas (FTAA)”, que pugna por imponer a Miami como sede mundial del ALCA.
Fuente: Bolpress, Bolivia.

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