Aunque alejado de los centros poblados de Perú, el Bajo Urubamba se convirtió en elemento clave del futuro económico del país. Porque bajo esta selva tropical prácticamente incólume y de sus incalculables riquezas biológicas, yace una inmensa riqueza geológica: sus depósitos de gas natural.
El proyecto de gas natural de Camisea está explotando esta bonanza de hidrocarburos, impulsando a la vez la economía del país y encaminándolo hacia su autonomía energética. El proyecto, realizado por tres compañías privadas, tiene un costo total de US,7 mil millones, de los cuales el BID prestó US5 millones para financiar una porción de la construcción del gaseoducto.
El BID también prestó al gobierno peruano US millones para fortalecer a las instituciones involucradas en crear el marco regulador dentro del cual funcionarían las empresas, y después supervisar su cumplimiento e imponer sanciones si fuera necesario.
Parte del préstamo del BID para el fortalecimiento institucional se utilizó en crear un sistema para financiar proyectos de desarrollo económico y social en el área de influencia del proyecto con regalías pagadas al gobierno peruano por el consorcio que extrae y procesa el gas.
Originalmente, las regalías destinadas a financiar estos proyectos debían ir a un fondo del cual se canalizaría el dinero directamente a las comunidades beneficiarias. Pero el llamado Fondo de Camisea no fue aprobado por el congreso peruano. En su lugar, los fondos de las regalías van a entidades gubernamentales locales, donde su uso es gobernado por estrictas pautas establecidas por el Ministerio de Economía y Finanzas.
Castro está orgullosa de sus proyectos y cree firmemente en su misión como alcaldesa de su provincia.
“Aquí en La Convención tengo 200.000 niños”, dijo, “y tenemos que hacer lo mejor posible para solucionar sus problemas y para darles oportunidades. Ésto es lo que hago cada día y es una gran responsabilidad”.
Fuente: ADN Mundo.