Movilidad eléctrica y cambio climático

Mauricio Osses

Académico de la Universidad Técnica Federico Santa María.

A nivel mundial, el sector transporte contribuye con un 23% de las emisiones de dióxido de carbono asociadas al rubro energía. En Chile esta cifra es de 21%, lo que incluye transporte terrestre, aéreo y marítimo a nivel nacional.

Una forma de contrarrestar este importante efecto para el calentamiento del planeta es la electromovilidad, pero para que su impacto sea realmente positivo debe implementarse simultáneamente junto a otros factores tecnológicos y sociales.

Un vehículo eléctrico puro, que emplea únicamente energía eléctrica para desplazarse, tiene cero emisiones directas de dióxido de carbono, además de no generar contaminantes dañinos para la salud y reduce la contaminación acústica significativamente. Los vehículos modernos con motor de combustión interna cumplen con exigentes estándares de emisión, llegando a niveles muy bajos de contaminación local, pero no reducen la cantidad de dióxido de carbono. Por esta razón, desde un punto de vista de cambio climático, migrar desde los motores de combustión interna a eléctricos es una alternativa muy conveniente.

Sin embargo, para que la comparación entre ambos sistemas sea justa, es necesario considerar todo el ciclo de vida de ambas alternativas. Esto incluye la huella de carbono asociada al proceso de fabricación de todos los componentes de un vehículo, la generación de electricidad, la utilización de energía durante toda su vida útil y la disposición final de todas sus piezas.

Al hacer este ejercicio se obtiene como resultado que un vehículo eléctrico con baterías de ion litio tiene una huella de carbono un tercio más pequeña que un vehículo convencional moderno, con una matriz de generación como la de Alemania. Los motores eléctricos son más eficientes que los motores de combustión, la matriz de generación será cada vez más basada en renovables, los procesos de fabricación de baterías y componentes se harán más eficientes a medida que la tecnología se masifique, al igual que su reciclaje.

Además de los factores tecnológicos es importante tomar en cuenta el cambio de actitud de los usuarios como mecanismo de reducir nuestra huella de carbono. Las nuevas generaciones no tienen como prioridad adquirir un automóvil particular y tampoco muestran particular interés en conducir estos vehículos.

Un 30% de la población menor a 30 años dice que no comprará un vehículo en Alemania y las licencias de conducir para jóvenes de 18 años ha disminuido significativamente en Chile.

Los vehículos del futuro cercano no solo serán eléctricos, sino que también compartidos y autónomos. Se espera que esto reduzca de manera significativa la demanda por viajes, lo que evitará la cantidad de CO2 que estos viajes habrían generado. Adicionalmente, se espera que el uso de vehículos eléctricos pequeños de 2 o 3 ruedas invadan la micromovilidad en zonas urbanas, donde residirá el 90% de la población, desplazando de las calles a los vehículos tradicionales de hoy.