Electromovilidad y la velocidad del cambio tecnológico

Darío Morales

Director de Estudios de la Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento (Acera)

En junio de este año, Thomas Friedman, periodista norteamericano ganador varias veces del premio Pulitzer, dio una conferencia en Santiago sobre su último libro titulado “Gracias por llegar tarde”, en el cual describe cómo -a su juicio- la tecnología, la globalización y el cambio climático son las grandes tendencias que van a modelar la transformación del mundo en los próximos años.

Entre los muchos temas que abordó en la ocasión destaca su percepción sobre la famosa ley de Moore que, a pesar de lo que muchos erróneamente han vaticinado, seguirá siendo válida en los próximos años. Al respecto, es del caso señalar que la referida “ley” fue formulada en 1965 por el cofundador de Intel, Gordon Moore, a partir de una serie de observaciones que demostraron que aproximadamente cada dos años se duplica el número de transistores en un microprocesador. Así, la ley de Moore ha sido constantemente usada como una constatación de que la tasa de cambio tecnológico crece de manera casi exponencial, traduciéndose en mayor poder de cálculo y menor costo.

Por otro lado, Friedman postula que, si bien el ser humano ha sido capaz de irse adaptando a los cambios tecnológicos, su capacidad de aprendizaje y adaptación está lejos de comportarse de manera exponencial, razón por la cual -dice- llegará el momento en el cual los cambios tecnológicos se producirán más rápida y bruscamente de lo que como seres humanos somos capaces de asimilar.

El fenómeno del cambio tecnológico brusco no es algo que en el sector energía estemos acostumbrados. Por definición, el negocio energético es de largo plazo, intensivo en costos de capital y con activos de larga vida útil. Sin ir más lejos, a pesar de haber experimentado continuamente innegables mejoras incrementales, las bases de las tecnologías de generación hidroeléctrica, a carbón y a petróleo han estado operando en nuestra matriz energética por más de 100 años. Algo similar sucede con las tecnologías de transporte y distribución de electricidad.

En el sector energía están irrumpiendo nuevas tecnologías, cuyas tasas de cambio tecnológico son bastante más elevadas de lo que estamos acostumbrados. Un ejemplo de esto es lo que estamos viendo con la movilidad eléctrica.

Hoy, los autos eléctricos cuentan con modernos sistemas electrónicos de control de carga y descarga que aumentan la autonomía del vehículo y la vida útil de las baterías. De igual forma, los avances tecnológicos en las baterías, particularmente los relacionados con las baterías de ion litio, también contribuyen a aumentar la autonomía del vehículo y la vida útil de las baterías las que, dicho sea de paso, representan un porcentaje importante del costo.

Todo hace pensar que, debido a la velocidad del cambio tecnológico, estamos cada vez más cerca de que el vehículo eléctrico alcance la paridad de costos/beneficio que uno a combustión. Los más pesimistas dicen que esto no sucederá antes de 10 años, otros hablan de cinco años. Lo que sí es claro es que, en el momento en que esto suceda, la tasa de adopción de los vehículos eléctricos será tan rápida que más vale que para esa fecha ya hayamos realizado los cambios regulatorios necesarios para que la infraestructura y el mercado eléctrico estén a la altura del desafío.